domingo, 10 de enero de 2010

Si no nos sacudimos...

No hay cosa más insoportable que escuchar a las lloronas gritar por sus machos a viva voz, obviamente extrañando la contextura, espesor y longitud del destapador de botellas.

Tal vez esto pueda intepretarse con sarcasmo. Los puritanos solo me acusarían de ser un pervertido social y enfermo mental. Aunque ellos no tienen materia gris, pero sí amarilenta y batida como la mierda.

Voy al testículo. Con tantos problemas que a cada individu@ arropa en Dominicana, se nos suma uno más: El aumento del pasaje. Es un tema viejo, gastado y ya enmohece, pero todo esto se debe a la permisividad y generosidad inigualable que tenemos para los sectores de poder, incluyendo al transportista, que se sienten dueños del país (aunque ya la verdadera opinión pública ya los menciona de esa forma).

Recuerdo como nunca cuando tenía 7 años de edad, que mi madre me enseñó a cómo abordar un concho. Me mandó solo para la avenida a ir a visitar a mi abuela materna (que en paz descanse); el pasaje en carro público estaba en ese tiempo a RD$2.00, hace casi ya dos décadas. Balaguer clavado en la silla de alfileres y las huelgas de Ramón Almánzar estaban de moda.

Pasaban las agujas de padre tiempo, y el pasaje aumentaba a 3, luego a 5, a 7, a 10... y al final a 15 pesos.

Duramos un buen tiempecito a RD$15 hasta que recientemente nos encontramos que el susodicho pasaje subió a RD$ 20.00. La razón que dan los gremios choferiles es que el gobierno (ese mismo que pusieron much@s que ahora se están "arrepintiendo", pero mientras estén los otros perros mejor se quedan con estos sádicos aristócratas) les dio con el palo de la gata con el incremento de los combustibles y el gas licuado de petróleo (del cual muchos choferes se sustentan) a principios de año. Lo bonito del caso es que se mantienen así y no hay quien los pare.

Yo en lo personal siento rabia y decepción; rabia porque así como nos quedamos impotentes al ver cómo sube la comida todos los años (por citar un ejemplo significativo), y decepción porque no hay valor de ir a secuestrar o pegarle un susto a estos ladrones de pacotilla que hacen y deshacen a su gusto y a su morbo.

Es natural que los dominicanos estamos impulsados por el miedo. Algunos tratan a los políticos como dioses. Nos matamos muy fácilmente para ocupar un lugar en una fila de banco, pero no tenemos agallas frente a frente para amedrentar a un político, un empresario de poder o un dirigente choferil, de esos cuya educación es tan nula como la de un cobrador de voladora.

Yo consumo casi 200 pesos diarios en un día de trabajo. La mitad está destinada al pasaje. Ante este incremento me veo obligado a casi duplicar los ingresos... Los choferes creen que somos ricos, no? Es natural que se quejen por que tienen que llevar alimento a sus casas y comprar repuestos para sus cacharros, pero todo el que anda con ellos le da su sustento en monedas con valor que sudan hasta respirando en la espalda para poder sobrevivir.

Como es una costumbre, hay una luz en el camino. En Facebook hay un grupo de hombres y mujeres con valor (y tengo el honor de conocerlos personalmente) que rápidamente tomaron riendas y pusieron un grupo que combate este abuso de poder, esta negligencia colectiva que nos recubre.

No podemos permitir que un grupo microscópico de turpenes dominen todo nuestro entorno. Ahorita pagaremos impuestos por respirar el aire de afuera. Si no nos sacudimos, nos echarán al horno como cerdos en puya.

A continuación les transcribo un artículo interesante del periódico Diario Libre, escrito por su director, Adriano Miguel Tejada.

AM. - Fascinación

El dominicano es una persona que se deja fascinar fácil.

Fascinar, de acuerdo al diccionario, es atraer, seducir, retener la atención. El término viene del latín fascinare, que significa embrujar.

¿Qué cosas le fascinan al dominicano?

Lo que más le fascina al dominicano es un extranjero y si es rubio, mucho más.

En todos lados le abren las puertas, se le recibe como si fuera un embajador y a todos por igual le dicen "americano", esperando que responda el gesto de hospitalidad con unas cuantas monedas.

Por eso, cualquier extranjero que llega aquí es rey.

Otra cosa que fascina al criollo es el lujo y no distingue si es oropel o moneda de buena ley.

Si se ve lujoso se nos van los ojos y el tema domina la conversación por varias semanas. Del mismo modo, no nos gusta que la gente de poder vista sencillamente. Para nosotros, el que hace eso es un tacaño.

Nos fascinan las grandes ligas, quizás por todo lo que tienen de lujo, millones y de realeza deportiva, pero, salvo excepciones, no reconocemos tanto a los jugadores criollos como a los extranjeros.

Lo comprobamos ahora con la visita de una delegación de los Yankees de Nueva York, cuando vimos a los cronistas deportivos rasgarse las vestiduras porque no vinieron "los americanos".

Ni hablar de los autos deportivos caros, las buenas bebidas, aunque todavía algunos beben cognac con Coca cola.

En fin, nos gusta todo lo bueno, pero tiene que caernos del cielo.

atejada@diariolibre.com


De Diario Libre



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